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En marzo del 2006 el arquitecto Iván Robredo encara la puesta a punto de la antigua bodega adecuando su original arquitectura colonial cuyana a la tecnología del sigo XXI. Un equipo de refrigeración, una despalilladora, una prensa neumática italiana y 21 piletas –de 5 mil a 16 mil litros cada una– revestidas con epoxi, con puertas y válvulas de acero.

Sus cavas subterráneas fueron acondicionadas para la guarda de barricas de roble. Una embotelladora toma el vino directamente de cada barrica sin que el mismo tome contacto con el aire y permite que cada barrica mantenga su individualidad.